Cuando uno va a ver este tipo de cine sabe perfectamente con lo que se va a encontrar y no es justo pedirle a la película mucho más que dos horas de simple entretenimiento. La mayoría de estos filmes te dejan esa sensación familiar de estar consumiendo algo ya visto y, muchas veces, pasas el rato comparando los clichés con los de otras películas en las que tal o cual tópico y este o aquel personaje han aparecido ya en multitud de ocasiones. Las tramas son bastante parecidas, los héroes y antihéroes están cortados por el mismo patrón y los villanos son tan psicópatas, torpes y patéticos como siempre.
En el caso de El piloto tenemos el clásico héroe por accidente. Es decir, un tipo normal que se ve obligado por determinadas circunstancias a actuar de manera heroica. Sabemos desde el principio de la película que este piloto bonachón y educado que interpreta Gerard Butler tendrá que vérselas en una situación extrema que le convertirá en un soldado de acción. Es el tópico y a nadie le puede extrañar que, una hora después, esté empuñando una pistola y esquivando ametralladoras como si fuera un marine. Así son los blockbusters de acción: pasan cosas inverosímiles mientras comes palomitas y disfrutas de las explosiones y los disparos.
La película de Jean-Francois Richet no tiene mucho más. Nuestro heroico piloto tendrá la ayuda de otro antihéroe improvisado (esta vez un convicto que, oh casualidad, iba en el avión y que, en el fondo, no es tan malo); juntos tendrán que resolver la papeleta… Como decía el personaje de Brendan Fraser en La momia (1999, Stephen Sommers): “El plan es salvar a los buenos, matar a los malos… En fin, lo típico”. Pues eso.
Prácticamente todo en El piloto recuerda a esas películas ochenteras de Bruce Willis, Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Kurt Russell, etc. Es curioso, pero aquellas películas de los 80 nos siguen pareciendo maravillosas y todo lo demás que se ha hecho después con hilvanes parecidos, mediocre. Esto daría para un debate más amplio, pero supongo que dos son los factores que influyen en esta sensación (o en este prejuicio, vaya usted a saber): aquellas fueron las películas que crearon el género, que dieron forma a los grandes relatos épicos y a los grandes personajes del cine de acción. Todo lo demás, es imitación (buena o mala, pero imitación, en cualquier caso). También está lo de la felicidad del recuerdo, que dirían los filósofos. A determinados años (en la adolescencia) ese cine que veías y del que luego, en el colegio o en el instituto, no parabas de comentar con tus compañeros de clase y juegos, siempre deja un recuerdo imborrable. La nostalgia lo embellece casi todo. Cuando veías a John McClane en camiseta y con los pies agujereados por los cristales rescatar a todos los rehenes del Nakatomi Plaza el día de navidad, soñabas con ser ese tipo que le pega un tiro al malo de turno mientras le suelta aquello de Yipi Ka Yei… Ahora, casi en la cincuentena, más que identificarnos con aquel héroe, lo que querríamos es volver a ser aquel chico de 15 años que soñaba con ser Jonh McClane. El matiz es bien diferente.
Aunque también puede haber una explicación mucho más sencilla para que tengamos aquel cine con tanta estima: que las películas de acción de los 80 sean, simplemente, mejores que las películas de acción de ahora. Y aquellos héroes estuvieran interpretados por actores extraordinarios para hacer ese tipo de cine. Sin más. Al fin y al cabo, algo tendrá el agua cuando la bendicen, ¿no?
En cualquier caso, El piloto es una película
entretenida que no defrauda y da lo esperado: un rato de diversión, sin más
pretensiones. Butler da la talla
como héroe de acción, hay escenas que te mantienen en tensión (sobre todo las
de dentro del avión), los secundarios cumplen dignamente, los villanos tontos y
psicópatas mueren de manera correcta y las palomitas estaban en su punto.
Suficiente para el aprobado.
CALIFICACIÓN: 5


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