LLAMAN A LA PUERTA

En 1999 M. Night Shyamalan cosechó un éxito extraordinario con El sexto sentido, una película que fue ampliamente respaldada por la crítica y la taquilla y que se convirtió, casi desde su estreno, en un clásico del cine de terror. Fue su presentación ante el gran público, porque antes había rodado un par de cintas menores que apenas tuvieron repercusión más allá de circuitos muy reducidos. Un año después de El sexto sentido, el director hindú volvería a sorprender con una historia de superhéroes atípica e intimista, El protegido, que igualmente tuvo una notable acogida. Ambas cintas estaban protagonizadas por Bruce Willis en el cenit de su carrera (tristemente hoy retirado por enfermedad). Tras estas dos películas, Hollywood comenzó a encumbrar a Shyamalan como el nuevo chico prodigio del cine fantástico; comparándolo con Steven Spielberg e, incluso, con Hitchcock. Aunque estos mismos críticos no tardarían mucho tiempo en meterlo en la máquina trituradora durante los años siguientes, ya que el bueno de M. Night se dedicó a encadenar fracaso tras fracaso con películas tan mediocres como La joven del agua (2004), El incidente (2008), Airbender, el último guerrero (2010) o After Earth (2013). A decir verdad, la crítica también fusiló una película de 2022 (Señales), protagonizada por Mel Gibson y Joaquin Phoenix; aunque este es un filme que a mí me gusta reivindicar a menudo, pues me parece una pequeña joya del cine de ciencia ficción, concretamente del topic de invasiones alienígenas. 

En los últimos años, M. Night Shyamalan ha ido encadenando más fiascos que películas buenas. En este segundo grupo yo solo pondría las dos secuelas de El protegido: la fascinante Múltiple y la no menos interesante Glass (que volvería a reunir al Vigilante que interpretaba Bruce Willis con su genial némesis, Elijah Price, el Señor Cristal, interpretado por el gran Samuel L. Jackson).

Con Llaman a la puerta, el director hindú cae en los mismos aciertos y errores que con su anterior película, Tiempo: ambas proponen un planteamiento muy interesante que abre el apetito de la intriga en el espectador; el problema es que, ya en el desarrollo de las historias, ese interés empieza a decaer rápidamente por falta de profundidad en las tramas, lo que obliga al director a utilizar muchos minutos de relleno con situaciones repetitivas o recursos algo chusqueros como flashbacks que no aportan absolutamente nada. Con Llaman a la puerta ocurre, además, una cosa curiosa. Comparte exactamente el mismo planteamiento que una película indie española estrenada en 2017, titulada Matar a Dios y escrita y dirigida por Albert Pintó y Caye Casas. Ambas utilizan la misma premisa: en un lugar totalmente aislado, una familia recibe una extraña visita que les sitúa en una terrible disyuntiva: tienen que sacrificar a uno de los miembros del núcleo familiar para evitar el inminente fin del mundo. Sé que Llaman a la puerta está inspirada en una novela de Paul Tremblay publicada después del estreno de la película de Pintó y Casas, aunque desconozco si hay una conexión con algún tipo de leyenda compartida. El caso es que las dos películas proponen el mismo juego y, lógicamente, yo ya jugué en su momento al ¿Tú qué harías en esta situación?, lo que le resta bastante curiosidad a esta película de Shyamalan. Al menos, para mí.

En la película de Pintó y Casas, el visitante era el mismísimo Dios en forma de un enano vagabundo, alcohólico y con muy mala uva. En Llaman a la puerta los visitantes son cuatro individuos que parecen buenas personas, pero que han sido elegidas para llevar el siniestro aviso y obrar en consecuencia. Matar a Dios apuesta por la comedia negra e irreverente y es muchísimo mejor película que Llaman a la puerta. Esta circula más por los caminos del thriller dramático y todos los personajes se pasan la película nadando en un mar de lágrimas. Creo que no había visto nunca una película en la que los personajes lloraran tanto todo el rato. Tras los primeros minutos, la historia se vuelve muy monótona y solo me interesa (mínimamente) saber si el director tendrá alguna sorpresa interesante al final (como sí ocurre en Tiempo, que también es mejor película que esta, sin ser gran cosa) o si nos ofrecerá una conclusión tan aburrida y convencional como toda la parte central. Luego, llega un momento, en el que me da un poco igual lo que pase, siendo honestos. En todo caso, el final se ve venir ya desde mitad de película o un poco antes.

Lo que sí es de agradecer es que la película solo dure 100 minutos. Si el bueno de M. Night nos hubiera ahorrado los flashbacks de relleno que hay en varios momentos, hubiera podido dejar la cosa en solo 90 minutos y casi habría sido mejor.

Probablemente hubiera llegado al aprobado si no hubiera visto Matar a Dios. Pero, ante la inevitable comparación, Llaman a la puerta pierde en todo. Fundamentalmente, en que es mucho menos entretenida.  

CALIFICACIÓN:  4 


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