THE WHALE

The whale ha sido, seguramente, una de las películas más esperadas de los últimos tiempos, tras las excelentes críticas que venía recibiendo en los preestrenos la interpretación de Brendan Fraser, en el que ha supuesto su retorno por la puerta grande al protagonismo cinematográfico, después de algunos oscuros años en los que estuvo alejado de las cámaras por problemas personales. Su carrera parecía totalmente estancada o diluida en los últimos tiempos, aunque ya me gustó bastante su breve, pero interesante interpretación en una buena película que pasó demasiado desapercibida hace un par de años: Sin movimientos bruscos (2021, Steven Soderbergh). A la expectación por ver el trabajo de Fraser, se unía el interés que suscitan las películas de Darren Aronofsky, uno de esos genios cuyos trabajos suelen ir acompañados siempre de opiniones dispares y alguna que otra polémica.

Así, a bocajarro, les reconozco que esperaba más de The whale. No de Brendan Fraser (que, ciertamente, está fantástico en ese tierno, inocente y devastado profesor atrapado en un cuerpo descomunal y en unos dolorosos recuerdos que le martirizan y le incitan a la autodestrucción); esperaba más, fundamentalmente, del propio Aronofksy. Y no es que la película me haya parecido mala. Es una película emotiva, muy teatral (el guion está firmado por el dramaturgo Samuel D. Hunter, que adapta una obra suya homónima), con muy buen ritmo narrativo y con unas interpretaciones estupendas (además el propio Brendan, el trabajo de Hong Chau es brillante y, sin duda, el suyo es el mejor personaje del filme y con el que más empatizo en todo momento). El principal problema que le veo a The whale es la incongruencia del comportamiento de su personaje protagonista, el bueno e inocente Charlie. Es verdad que, a lo largo de varias conversaciones, asistimos a la explicación de su estado actual y de su motivación para querer recuperar el contacto con su hija; pero es esto último lo que me parece más cogido con hilos. No entiendo, ni me parece lógica, la decisión de Charlie con respecto a sí mismo y a la díscola adolescente que interpreta Sadie Sink. Me parece que, en ese sentido, el guion cae en situaciones poco creíbles y si el objetivo es provocar la reflexión moral o, incluso, pedagógica, creo que el desenlace provoca todo lo contrario. Puede, sencillamente, que me de rabia el sacrificio y la inocencia casi infantil de Charlie. Me parece un personaje demasiado dibujado para provocar pena y abnegación en el espectador, cuando lo que hace Aronofsky es retratarlo con absoluta crueldad. Me molesta que gran parte de la película gire en torno a una redención que, de llegar, no comparto en absoluto. En este sentido, me parece una película desoladora, con algunos momentos casi de pornografía emocional en la que solo el personaje de la enfermera Liz (Hong Chau) parece comportarse con raciocinio. La trama religiosa es, probablemente, lo que más me ha gustado de la historia, aunque queda demasiado diluida al final de la película, convirtiéndose casi en un mero giro argumental de guion en la relación padre-hija, perdiendo toda la parte crítica que anticipaba.


Creo que se le va la mano a Aronofsky en un batiburrillo de tópicos (la soledad, la depresión, la ansiedad, la ausencia paterna, la familia desestructurada, la culpa), puestos todos ellos al servicio de una explosión lacrimógena en la que el espectador se ve envuelto, pero al que acaba castigando sin misericordia alguna el director. Salgo del cine confundido con Charlie. No sé si me produce más pena o enojo su comportamiento. Supongo que comparto la misma sensación que el personaje de Liz con él. Sea como fuere, la película me deja un sabor de boca amargo y diría que algo molesto. No puedo evitar pensar que Aronofsky se ha sacado de la manga un juego de trilero emocional, manipulando demasiado las emociones de los espectadores para que perdonemos a ese niño gigante que es el bueno de Charlie. Y es difícil no perdonarle, la verdad.

Con sus trampas, película conmovedora que merece la pena ver, aunque acabe provocando todos esos sentimientos contradictorios. Al fin y al cabo, hay muchas películas que te dejan indiferente y que no recuerdas nada más salir de la sala. Y esta no es una de esas.

CALIFICACIÓN:  6 


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